Sonaron de nuevo los disparos. Sonidos que vuelven a levantar bandadas de aves, que hacen esconderse a los conejos, que hacen huir a los corzos. Que auguran meses de muerte, de animales que dejarán su última huella de vida en los terrones manchados de sangre.
La muerte vuelve a recorrer nuestros caminos y nuestros campos enfundada en botas de montaña, en chaleco de rombos y gorra de camuflaje, y en la mano la escopeta que hace de guadaña y que siega con ruido atronador la vida de cuanto pasa por delante de ella.
Conejos, perdices, palomas, jabalíes, ciervos, corzos, zorros, lobos, perros, gatos grandes y pequeños, salvajes o criados a mano.
Todos son víctimas, todos son trofeos, todos son dianas sobre las que probar la puntería y demostrar que son capaces de atravesar su cabeza, sus pulmones o su corazón con un pequeño trozo de plomo. Pues allí donde camina la muerte nada crece, nada nace, extermina y envenena campos y humedales, roba de los cielos el vuelo de las aves.
La infamia más cobarde, la del que sabiéndose superior busca causar dolor, busca el olor a hez y sangre.
Y justo al lado de la muerte, a sus pies forrados de barro. su fiel esclavo, ese al que únicamente le enseñaron a acosar a sus hermanos. Su perro.
Elegido entre muchos que nunca llegaron siquiera al año. Que vivirá junto a ella hasta que deje de ser útil a sus planes macabros y le apunte con su guadaña, le deje pataleando sin respiración bajo un olivo o lo abandone a su suerte y muera atropellado
Hoy nosotras estamos aquí para mirar a los ojos a la muerte.
Para decirla basta.
Y poder mirar a los ojos de nuestros compañeros animales y decirles que están a salvo, que se acabó ser una diana o un fiel esclavo, que ya no perseguirán animales heridos ni asustados.
Para decirla basta.
Y romper su guadaña en mil pedazos y que nunca jamás vuelva a manchar de rojo los terrones de nuestros campos.
Un año más seguimos gritando tanto o más fuerte que sus disparos.
Por todos los que ya no están, por todos los que nos acompañaron.
No a la caza con perros No a la caza Si a la vida NO A LA CAZA !!!
2021 ha sido un año durísimo para todos. Pero, aun así, este año no podíamos olvidarnos de nuestra lucha, de los millones de animales que sufren y mueren en España cada año. Y este año no ha sido diferente para ellos.
Por eso volvimos a salir este 7 de febrero a pedir el fin de la caza.
Gracias a todas las coordinadoras, protectoras, asociaciones, medios, etc, que aún en esta situación, habéis acudido a una cita con la esperanza, con la vida. Gracias por haber sido respetuosos con las compañeras, por haber mostrado vuestra fuerza en la calle, por haber gritado en las redes. El año que viene volveremos a salir y os queremos a todas, que no falte nadie.
Porque sois la única esperanza de millones de vidas.
No A la Caza Si A la Vida.
Imágenes de Adrián Melguizo – Montaje de Ariel Heredia – Voz en off de David Rubio
La historia ha querido que vivamos tiempos complejos, en los que nos hemos visto obligados a modificar buena parte de nuestros hábitos cotidianos. Cuando, hace un año, nos manifestábamos por esta misma causa, quién intuía que tendríamos que prescindir de lo cercano, del abrazo a los seres queridos o de la simple presencia de muchos de ellos, cuyos cuerpos se despidieron para siempre en la UCI de algún centro hospitalario.
Tras una reflexión interna sobre la conveniencia o no de repetir en este difícil 2021 nuestra convocatoria frente al lobby cinegético, este nos empujó. Porque cuando casi todos y casi todas sufrimos carencias, los cazadores prosiguen ajenos a ellas. Se limitan los viajes, el contacto social, el deporte no profesional o las visitas a los íntimos. Se cierran establecimientos hosteleros, locales de ocio y hasta los parques; pero la caza sigue, inmune a las restricciones, tras el escudo protector de unos privilegios incalificables. Bajo el pretexto vacío del control de las especies, nadie aún la ha acreditado con datos fieles, continúan matando con la complicidad de unos poderes públicos que parecen escribir las normas a conveniencia del negocio de los propietarios de los cotos y de quienes no encuentran mejor forma de divertirse que torturando hasta su fin a otros seres vivos. Andalucía y Castilla-La Mancha, por poner ejemplos de autoridades de distinto sentido político, han promulgado recientemente disposiciones que habilitan la caza como actividad esencial. ¿Desde cuándo la muerte es imprescindible para la vida? ¿Desde cuándo la tortura de los perros, cosificados como meras herramientas, los ciervos o las perdices son elementos de primera necesidad? ¿Desde cuándo el enriquecimiento de los empresarios de un sector o el placer de una minoría es más importante que visitar a tus padres (si habitan, por ejemplo, en otro municipio), que las actividades extraescolares de los críos o que la presentación de una obra de arte?
Llegó febrero y con él, de nuevo, el pánico de los galgos, que volverán a ser abandonados, disparados o ahorcados, según el grado de fidelidad del criminal de turno a las tradiciones más bárbaras. Regresará el recuento de las llamadas presas: cientos, miles o millones según la especie. De nuevo, escucharemos las falsedades de siempre. Que si se trata de un deporte, que si lo hacen por preservar el equilibrio de la naturaleza o que el daño a los perros es causado por los animalistas para crearles a ellos mala prensa. Afirmaciones sin pruebas e insostenibles desde la razón sobre las que se mantiene una actividad en contradicción perpetua con la sensibilidad de la sociedad contemporánea y con los más elementales principios de la lógica. Nadie en sus cabales tortura a quien ama, nadie asesina para preservar, nadie tiene el derecho a restablecer a tiro limpio una concordia natural que ellos mismos destruyen por su interés propio. Los cazadores no son la solución a nada, sino una de las principales causas de la lenta agonía de la poca vida salvaje que aún subsiste.
Con pleno respeto a las normas sanitarias vigentes, pero con la firmeza de quien se sabe defensor de lo justo, un año más salimos a las calles para exigir el fin de la actividad cinegética. Para denunciar que sus argumentos solo son la propaganda de un negocio sanguinario. Para solicitar a las autoridades normas eficaces y no la habitual complicidad con los matarifes.
Febrero; los perros tiemblan ante el cruel destino que les reservaron aquellos a quienes un día consideraron sus aliados. Y de su temblor, nacen nuestros gritos: NO A LA CAZA CON GALGOS, NO A LOS PRIVILEGIOS DEL SECTOR CINEGÉTICO, NO A LA CAZA.
Lo llaman deporte, pero en el deporte la muerte es accidente y nunca el fin último del juego. Afirman defender la naturaleza, pero la castigan con vallas, sueltan especies en lugares donde nunca habitaron, las alimentan de modo artificial para que frecuenten los parajes donde después las disparan, eliminan a sus depredadores, y contaminan el medio con el plomo de sus instrumentos de caza. Se postulan como adalides del medio rural, pero llegan, en su mayoría, desde las urbes, conduciendo sus todoterreno, y condenan a sus gentes a la dependencia de actividades económicas de temporada, en las que la relación entre el señorito y el criado cobra un sentido propio de otros siglos.
Dicen amar a sus perros, pero los abandonan o los eliminan en cuanto no sirven, además de exponerlos a los riesgos de la práctica cinegética. Se consideran perseguidos, pero son ellos quienes portan las armas.
Defienden que el cazador existe desde que existe el ser humano; pero lo mismo sucede con el canibalismo o la xenofobia, y no por ello han de ser tolerados por la sociedad contemporánea.
La verdad de la caza es un negocio en el que todo se compra y se vende con billetes de quinientos euros. Son las aves que sueltan para ser disparadas de inmediato en el tiro de pichón. Son las realas, con decenas de animales atados a un remolque, circulando a la velocidad que determina su conductor, o hacinadas en jaulas en las que moverse resulta imposible. Es un tipo torturando a un zorro agonizante, porque le considera su competencia. Son los galgos ahorcados por cientos cada año o arrojados sin pudor en algún despeñadero; ni siquiera les merece la pena gastar munición con ellos. Es un hombre ahogando en una acequia a un joven jabalí herido. Son los perros caídos a un barranco, en una lucha a vida o muerte con un ciervo…
La verdad de la caza es lo que se ve: tortura, muerte, sangre, destrucción, negocio, mentes enfermas o manipuladas por una formación errónea, maltrato, machismo, ausencia de empatía hacia los que nos acompañan en el planeta… No el universo idílico, repleto de falsedades interesadas, que refieren quienes la practican.
NO A LA CAZA.
Vídeo con restricción de edad (basada en las Normas de la Comunidad)
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