INICIOS

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Muchos de los galgos que hoy habitan en nuestras casas han pasado previamente por un lugar triste y sombrío llamado residencia. Mi Minnie viene de allí. Llegó tras vagar sin descanso por campos y calles de un pueblo de Toledo.

Minnie tiene sus huesos llenos de «nudos». El más llamativo, uno que se le sale de la clavícula. No le gustan los palos, pero quiero pensar y creo que fue por un atropello. Demasiadas fracturas mal cuidadas… Vi su video: una chica la intentaba consolar, una mano a la que ella se aferraba.. Quise a esta chica. me encantó ver cómo los trataban, cómo intentaban vendar sus almas rotas.

Yo también fui voluntaria y es algo que haces con la mejor intención. Procuras mejorar en lo posible sus condiciones, darles todo el cariño del que seas capaz. El día de su llegada se vuelve muy difícil. Algunos vienen maltratados, totalmente rotos, con su mirada vencida intentando pasar desapercibidos y no ser vistos.

A otros les trae su galguero directamente —ya no «sirven»—. Suelen ser perros lesionados, con frecuencia en las patas, como Malú a la que recogí para introducirla en un frio chenil. Su cara de desorientación, su mirada detrás del galguero queriéndome seguir… En ese momento solo la lealtad supera su miedo. Qué difícil cerrar la puerta y que esté a gusto. Despliegas todas tus armas: caricias, comida, chuches. Pero es imposible, sabes que ese día nada sirve.

Los más afortunados son encontrados en las calles y llevados a centros de protección que luego los derivan a asociaciones para su adopción. En cualquier caso, la estancia para los galgos allí es dura, triste… Y para eso van las voluntarias, para mejorarles la vida, para conseguir cambiar su expresión, darles cariño y alegría para hacer que vuelvan a ser perros. Se consigue, tarde o temprano se consigue.

No todo el mundo posee las cualidades necesarias para ejercer de voluntario. He presenciado muchas «primeras veces» de gente que ya no regresaba. No saben lo que se pierden: el impagable valor de estar allí y sentir ese hilo invisible que se crea entre ti y cada uno de los perros. Un hilo fuerte hecho de comprensión, cariño y confianza que ya llevarás de por vida.

Mi profundo respeto por todos los voluntarios que, sin medios, se dejan la piel por los perros. Resulta realmente difícil irse a casa sabiendo que quedan allí. Mucho ánimo para continuar y todo el apoyo del mundo porque os necesitan y os quieren.

Sonia de Paz.